Los jóvenes están llamados a construir su vida de tal modo como se construye una casa. Pero a menudo la sociedad postmoderna produce personalidades carentes de una identidad humana y cristiana clara y fuerte. Tantas personas no tienen raíz: no saben de dónde provienen ni a dónde van. ¿Qué podemos hacer para construir la propia vida en el contexto actual, marcado por la “dictadura del relativismo”, por la confusión de las personas que no saben distinguir entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso? Cristo nos invita a construir nuestra vida con Él, sobre fundamentos sólidos. Por ello, los jóvenes están llamados a comenzar una relación con Él. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Deus Caritas Est, 1). Ser cristianos quiere decir estar “injertados” en Cristo como los sarmientos a la vid: «Separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).
¿Quién es Cristo para nosotros? Él es el Dios hecho hombre, el Emmanuel, es decir “Dios con nosotros”. En la Encarnación, Dios se hace presente y cercano a nosotros: Cristo manifiesta el Amor de Dios Padre, que interviene en la vida del hombre (Cf. CIC 456-463).
En su grande misericordia, Jesús nos hace entrar en su amistad (Cf. Jn 15, 14-15). Porque es el Salvador, que nos libra del pecado y la muerte, Cristo es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). Él «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (Gaudium et Spes, 22). Jesucristo es la respuesta de Dios a las grandes aspiraciones del hombre.
Acoger a Cristo como raíz y fundamento de nuestra vida significa tomar en serio nuestro bautismo: Cristo ha sellado una alianza con nosotros. Él nos invita a vivir con Él todas las circunstancias de nuestra vida y nos llama a ser santos. La santidad es la plenitud de la vida en Cristo.
¿Quién es Cristo para nosotros? Él es el Dios hecho hombre, el Emmanuel, es decir “Dios con nosotros”. En la Encarnación, Dios se hace presente y cercano a nosotros: Cristo manifiesta el Amor de Dios Padre, que interviene en la vida del hombre (Cf. CIC 456-463).
En su grande misericordia, Jesús nos hace entrar en su amistad (Cf. Jn 15, 14-15). Porque es el Salvador, que nos libra del pecado y la muerte, Cristo es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). Él «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (Gaudium et Spes, 22). Jesucristo es la respuesta de Dios a las grandes aspiraciones del hombre.
Acoger a Cristo como raíz y fundamento de nuestra vida significa tomar en serio nuestro bautismo: Cristo ha sellado una alianza con nosotros. Él nos invita a vivir con Él todas las circunstancias de nuestra vida y nos llama a ser santos. La santidad es la plenitud de la vida en Cristo.
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