sexta-feira, 13 de maio de 2011

Faith in You by Cherrie Anderson





MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI
PARA LA XLVIII JORNADA MUNDIAL
DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
15 DE MAYO DE 2011 – IV DOMINGO DE PASCUA
Tema: «Proponer las vocaciones en la Iglesia local»



El Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores, entregados al trabajo a orillas del lago de Galilea: «Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4, 19). Les mostró su misión mesiánica con numerosos «signos» que indicaban su amor a los hombres y el don de la misericordia del Padre; los educó con la palabra y con la vida, para que estuviesen dispuestos a ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, «sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre» (Jn 13,1), les confió el memorial de su muerte y resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envió a todo el mundo con el mandato: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19).

La propuesta que Jesús hace a quienes dice «¡Sígueme!» es ardua y exultante: los invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él; les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24); los invita a salir de la propria voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella; les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios (cf. Mt 12, 49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús: «La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros» (Jn 13, 35).

También hoy, el seguimiento de Cristo es arduo; significa aprender a tener la mirada de Jesús, a conocerlo íntimamente, a escucharlo en la Palabra y a encontrarlo en los sacramentos; quiere decir aprender a conformar la propia voluntad con la suya. Se trata de una verdadera y propia escuela de formación para cuantos se preparan para el ministerio sacerdotal y para la vida consagrada, bajo la guía de las autoridades eclesiásticas competentes. El Señor no deja de llamar, en todas las edades de la vida, para compartir su misión y servir a la Iglesia en el ministerio ordenado y en la vida consagrada, y la Iglesia «está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo.




























































quarta-feira, 11 de maio de 2011

La Iglesia invita a desarrollar “una auténtica cultura de la acogida”




“Jesucristo murió por cada persona sin distinción alguna”


SYDNEY, miércoles 11 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Frente al fenómeno cada vez más difundido de las migraciones, es necesario promover “una auténtica cultura de la acogida”, sostiene el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes, monseñor Antonio Maria Vegliò.
Australia tiene una población de cerca de 21 millones de habitantes, de los que unos 5 millones son trabajadores migrantes, 22.500 refugiados y 2.350 solicitantes de asilo.
“La migración no es una elección fácil”
Frente a este fenómeno, la Iglesia siempre ha sido solícita, como demuestra la Instrucción Erga migrantes caritas Christi, en la que se ofrecen las respuestas eclesiales “a los retos y a los riesgos que presentan las migraciones actuales”.
“La Iglesia quiere estar allí donde están los migrantes, para compartir con ellos las alegrías y esperanzas, así como el dolor y los sufrimientos de la migración”,
“La ayuda humanitaria y la solidaridad, la acción social y la defensa, la formación y la formación cristiana, son todas partes del ministerio de la Iglesia entre cuantos están implicados en la movilidad humana”
, observó. “No son otra cosa que diversas expresiones de su misión fundamental: la proclamación de la Buena Noticia de que Dios es amor”.

Para Monseñor Vegliò, “una auténtica cultura de la acogida acepta los valores realmente humanos de los inmigrantes por encima de toda dificultad provocada por el hecho de vivir junto a personas distintas”, y “no hace ninguna distinción entre migrantes, refugiados u otras personas desplazadas, sea cual sea la nacionalidad, el color y el credo”.
La acogida, de hecho, “se basa en el amor por Cristo, en la certeza de que el bien hecho por amor a Dios a nuestro prójimo, sobre todo al más necesitado, se le hace a Él”.

Cuando una persona comienza a pensar en la emigración, es importante proporcionar “las informaciones correctas sobre los posibles países de destino: las leyes, y no sólo la legislación laboral, las costumbres, las tradiciones religiosas, las condiciones existentes relativas a la libertad y a la democracia...”.


Cuando una persona decide emigrar o pedir asilo, es también necesario “animarla a contactar a la Iglesia y sus estructuras y organizaciones en el país de destino, donde es posible valerse de asistencia pastoral, incluida la asistencia social y legal, si es necesaria”.

terça-feira, 10 de maio de 2011

Toque Profundo - Extranjero

De camino a la universidad me percaté de que un grupo de personas, militares específicamente, se estaban dando a la tarea de capturar a todos los haitianos que circulaban por tal avenida y me sorprendió demasiado al ver esa imagen tan cruel y denigrante que los dominicanos estamos escenificando. No tenemos un plan de inmigrantes, no hay ninguna estrategia de gobierno en cuanto a extranjeros se refiere, la frontera es un comercio en el que un grupo de generales y civiles tienen el negocio de su vida jugando con la dignidad y el estilo de vida mísero que les ha tocado vivir a aquellas personas y me pregunto. ¿Cómo me sentiría yo si trataran así a mis familiares y amigos que como ellos han emigrado a otros países en busca de mejor vida? Piensa también en tu familia que está en Estados Unidos, España, Alemania, Puerto Rico..... y pídele a Dios que los traten como lo que son, como humanos.

El no exigirle al gobierno una política migratoria nos hace partícipes de tal barbarie. Ellos al igual que nosotros necesitan vivir y encontrar un espacio mínimo de subsistencia. Cuando veas una escena como esta no te quedes callado y mires hacia otro lado, es nuestra realidad y debemos enfrentarla.

Piensa en ellos, piensa en los tuyos, piensa en que tú algún día puedas ser también un VIAJERO. ¡Vete y haz tu lo mismo!

segunda-feira, 9 de maio de 2011

NO NOS ENVÍES COBARDES

SEÑOR:
No nos envíes cobardes,
que un día dice sí
y a la vuelta del primer surco dejan al arado.



Envíanos operarios de una sola palabra.
Como Tú los quieres, Señor.


Gente noble como Pedro, que te amen de veras
Personas limpias como Juan, que te acompañen siempre.
Corazones ardientes como Pablo, que recorran el mundo.


No entregues la semilla de tu palabra
a los cobardes ni a los temerosos.



Busca pronto gente valiente que no tema a la muerte,
para que todo el mundo llegue a conocerte.



Necesitamos, Señor, corazones enteros,
incapaces de dividirse entre el mundo y tu Iglesia.
Y Tú, que nos conoces a todos,
puedes elegir a los que precisas para tu reino
y a los que sean capaces de hacer crecer tu Iglesia.

segunda-feira, 2 de maio de 2011

1 DE MAYO BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II.




Reflexión de la homilia del Papa Benedicto en la Beatificación de Juan Pablo II.



Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). En el evangelio de hoy, Jesús pronuncia esta bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe. Nos concierne de un modo particular, porque estamos reunidos precisamente para celebrar una beatificación, y más aún porque hoy un Papa ha sido proclamado Beato, un Sucesor de Pedro, llamado a confirmar en la fe a los hermanos.

Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo» (Mt 16, 17). ¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en «Pedro», la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia. La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: «Dichoso, tú, Simón» y «Dichosos los que crean sin haber visto». Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo.).


La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro. María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad. De modo particular, notamos que la presencia efectiva y materna de María ha sido registrada por san Juan y san Lucas en los contextos que preceden a los del evangelio de hoy y de la primera lectura: en la narración de la muerte de Jesús, donde María aparece al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25); y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que la presentan en medio de los discípulos reunidos en oración en el cenáculo (cf. Hch. 1, 14).

Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium. Todos los miembros del Pueblo de Dios –obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos, religiosos, religiosas– estamos en camino hacia la patria celestial, donde nos ha precedido la Virgen María, asociada de modo singular y perfecto al misterio de Cristo y de la Iglesia. Karol Wojtyła, primero como Obispo Auxiliar y después como Arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia significaba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera.