Desde aquí somos, pues, enviadas a recrear la vida, alimentar la vida, apoyar la vida y muchas veces a defender la vida atendiendo a los lugares en los cuales nos toca construir Reino.
Por consiguiente, la opción de vida que todas y cada una de nosotras vivimos y hemos acogido como don y generosidad del Padre-Madre es una opción de vida que se pone y está al servicio de la vida. Pero este servicio se hace posible sólo y a partir de la experiencia del Amor… sólo desde él podemos ser y apuntarnos a ser cada día Vida Religiosa a favor de la vida que de forma gratuita y agradecida da vida.
Ofrecer y dar vida se va haciendo posible, va germinando desde la cercanía y ternura del acompañamiento al pueblo frágil y vulnerable, esto en contraste con la lejanía y sometimiento de quienes buscan exprimirlo y explotarlo… es hacer la experiencia en nosotras, de lo que en prosas nos cantaba nuestra Mercedes Sosa: quien dijo que todo está perdido… yo vine a ofrecer mi corazón.
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