Termina la Cuaresma y comienza la Semana Santa con este domingo, a la vez Domingo de Ramos y Domingo de Pasión, como gozne. Los ramos nos sitúan ante aquella entrada más o menos triunfal de Jesús en Jerusalén. Estamos de fiesta. Pero sin solución de continuidad las lecturas de la misa nos traen el relato de la Pasión de Jesús.
Y lo hacen terminar no en la resurrección sino en el enterramiento de un Jesús derrotado y abandonado por todos menos por dos mujeres, María Magdalena y la “otra María” y por un grupo de soldados que los sumos sacerdotes y los fariseos se encargan de poner allí para asegurarse de que nadie irá a robar el cadáver. Y después el silencio. Nada más.
Pero por en medio tenemos el relato detallado de las últimas horas de Jesús. Comentarlo en toda su extensión y con todos los detalles nos llevaría demasiado. La invitación es a leerlo personalmente, a hacer esa lectura orante en un rato de silencio, a dejar que del corazón broten los sentimientos al acompañar a Jesús en esa vía dolorosa que lo lleva desde la última cena hasta el momento de su muerte en la cruz.
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