En el caminar cristiano es esencial que asumamos el compromiso con la cruz presente en la vida de mujeres y hombres de nuestra tierra y de nuestro tiempo. Este compromiso con la cruz tiene un proceso cuyos pasos esenciales son los siguientes:
El primero, reconocer la cruz presente en la vida de los hombres; el segundo, aceptarla como nuestra; el tercero, abrazar la cruz; el cuarto amarla; el quinto esperarla; el sexto, pedir ser digno de compartirla haciéndola, de verdad, nuestra; el séptimo acogerla; el octavo, unirnos a ella; el noveno, descubrir que Él siempre está esperándote en el rostro del hermano que sufre; y el décimo: abrazar a Cristo Jesús, tu Señor, que se inmola al Padre en ella, con el deseo de identificarte con Él.
Porque sabes que la cruz es para ti el camino real de identificación con Cristo y porque reconoces que este camino de seguimiento radical de Cristo que te has propuesto vivir exige de ti un compromiso con aquellos hermanos que viven una experiencia de cruz. La cruz de Cristo está intensamente presente en el hoy de la vida de las mujeres y los hombres y de la Iglesia.
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