“La solidaridad no es pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos"
El acento del texto de Mateo 25, 31-46 recae sobre el amor al prójimo, no se trata de sí crees o no crees, sino si haces o no haces. El juicio final se define en nuestro obrar según el texto “Vengan benditos de mi Padre porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber…”. Dios es amor y quiere que vayamos a El por amor, pero no nos engañemos, el amor a Dios no es vertical sino horizontal, no es sino a través del necesitado como nos religamos a El porque “no todo el que diga Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). Nuestra historia parece irse deshaciendo poco a poco en crisis económica, moral, política, religiosa, cultural, por eso los creyentes no podemos seguir tranquilos como si la pertenencia a la Iglesia nos garantizara la salvación. En el estado actual de las cosas es preciso que nos unamos a trabajar contra la discriminación, contra la enfermedad, la sed, el hambre, contra el orgullo humano - la autosuficiencia - , pues la salvación definitiva y última no se define sólo en una profesión de fe, sino en un ejercicio consciente y constante de ella. El Nuevo Testamento es reiterativo en este aspecto. Según Jn 15,16 “les he destinado para que vayan y den fruto y que su fruto permanezca” aún más, Santiago 2, 14 afirma ¿de qué sirve, hermanos míos, que alguien diga “tengo fe”, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe?. En el verso 17 dice “así también la fe, sino tiene obras, está realmente muerta” y finalmente el versículo 18,b “muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por las obras mi fe”. Jesús en Mt 25,31-46 se identifica a sí mismo con el maltratado, olvidado, migrante y hambriento, y esta identificación es total, es así que lo que le hagan o dejen de hacer a esos pequeños, a El se le hace o deja de hacer. La gratuidad desaparece cuando pretendemos ofrecerle cosas sólo para que Dios nos bendiga. El problema es más grande que eso y, por ello, las medidas deben ser también más grandes y difíciles. Se trata de combatir la injusticia desde su estructura porque hacer caridades es bueno, en principio, pero no resuelve el problema porque los mecanismos de opresión siguen maltratando independientemente de la buena voluntad de los que un día lo pusieron en marcha. El destino humano no se resuelve sólo por la fe, sino y sobre todo por el amor que es más importante incluso que la fe.
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