Queremos un Adviento que se escriba correctamente, que no pierda ninguna de sus letras. Así podremos pronunciarlo y cantarlo y vivirlo con verdad. Queremos un adviento que se escriba.
Con A de admiración, porque nos saca de la rutina, nos sorprende y nos ofrece promesas desbordantes. Es una admiración Gozosa y deslumbrante.
Con D, de deseo, porque todo adviento es hijo del deseo. Yo deseo que las promesas se cumplan.
Con V, de vacío, porque el creyente se siente pobre y débil; los que, en cambio, se sienten ricos y llenos no necesitan celebrar ningún adviento. En el vacio está la verdad.
Con I, de ilusión, porque el adviento ilumina y colorea la vida; según te acercas a la meta señalada, te entraran más ganas de correr.
Con E, de esperanza porque la esperanza es el ADN del Adviento; es la letra que realmente define a esta vivencia de sentir la esperanza en nuestra vida cotidiana. No perder la mirada apasionada la vida que nos rodea.
Con N, de novedad, porque el adviento mira al futuro, que es siempre novedoso; no sabes exactamente cómo será lo prometido ni cómo o cuándo se conseguirá. Nos saca de nuestras rutinas y conformismos, y nos abre a las realidades.
Con T, de trabajo, porque el adviento es el deseo en traje de faena, es la esperanza paciente y valiente, la que se atreve a todo.
Con O, de oración, porque el ideal que esperamos nos supera; por eso, además de trabajarlo, hay que pedirlo con intensidad.
Empecemos, pues a celebrar y vivir el Adviento con admiración ilusionada, con el mayor deseo y la esperanza más comprometida, desde nuestra pobreza y vacio, desde el trabajo paciente y arriesgado, pero abiertos a las promesas más novedosas y generosas, pero poniendo nuestra plena confianza en Dios.
Que el Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe hasta rebosar de esperanza por la del Espíritu Santo ( Rom 15,13)